jueves, 5 de marzo de 2009

VAMOS A PRESENTAR ALGUNAS FOTOS QU TIENEN QUE VER CON LA HISTORI DE ESPAÑA , CON ALGNOS ASESINAOS Y MASACRES:

FOTOS






















miércoles, 4 de marzo de 2009

MASACRE EN BADAJOZ.


La masacre de Badajoz se produjo en los días posteriores a la Batalla de Badajoz, durante la Guerra Civil Española, y fue el resultado de la represión ejercida por el ejército sublevado contra civiles y militares defensores de la II República, tras la toma de la ciudad de Badajoz por las fuerzas sublevadas contra la II República española, que se llevó a cabo el 14 de agosto de 1936.
Constituye uno de los sucesos más controvertidos de la guerra, pues el número de víctimas de esta matanza varía ostensiblemente dependiendo de los historiadores que la han investigado. Además, al resultar vencedor de la contienda el bando sublevado, jamás se produjo una investigación oficial sobre lo sucedido en la ciudad extremeña. En cualquier caso, las estimaciones más comunes apuntan que entre 2.000 y 4.000 personas fueron ejecutadas, en unos hechos tipificados por varias asociaciones de derechos humanos como crímenes contra la humanidad.[También se considera probado que se cometió genocidio, y desde 2007 existen varias denuncias interpuestas para tal consideración.
Al mando de las tropas que perpetraron la masacre de Badajoz se encontraba el general Juan Yagüe, quien, tras la guerra civil, fue nombrado ministro del Aire por el general Franco. A partir de estos hechos, Yagüe fue popularmente conocido como el carnicero de Badajoz.
A CONTINUACIÒN VAMOS A PRESENTAR ALGUNOS ASESINATOS QUE CONSIDERAMOS DE LOS MAS IMPORTANTES EN LA HISTORIA DE ESPAÑA.

ASESINATO DE EDUARDO DATO




La sesión del Senado había terminado. El presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato Iradier, de 65 años, acompañado por el marqués de Santa Cruz, se reunió en el despacho de ministros con algunos consejeros (Guerra, Gracia y Justicia, etc.) por espacio de diez minutos. Era el 8 de marzo de 1921. A la salida, Dato, también jefe del partido conservador, fue entretenido por dos periodistas, con los que mantuvo una breve charla mientras se dirigía hacia su automóvil.

Poco después se despedía de sus acompañantes, a la vez que ordenaba al chófer que le llevara a su casa. El vehículo tomó por la calle Encarnación hacia Arenal para enderezar camino del domicilio del presidente, situado en Lagasca, 4. Eran alrededor de las ocho de la noche. Al llegar a la plaza de la Independencia, entre Olózaga y Alcalá, junto a la Puerta de Alcalá, una motocicleta con sidecar en el lado derecho, ocupada por tres individuos, se aproximó a toda velocidad al coche de Dato, que iba recostado en la parte de atrás. En el vehículo del presidente no viajaba ningún escolta.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, abrieron fuego. Dos de ellos disparaban con una pistola en cada mano; el otro guiaba la moto. Una auténtica lluvia de balas barrió el asiento del presidente. Algunos dirían que se hicieron más de cuarenta disparos. En la parte de atrás podían contarse catorce, agrupados en las proximidades de la ventana. Tres balas hirieron mortalmente a Dato. Uno de los proyectiles le penetró por la región parietal izquierda, con salida por la región occipital; otro, con orificio de entrada por la región mastoidea, le salió por la región malar. El tercer proyectil, con orificio de entrada por la región frontal izquierda, no presentaba orificio de salida. La cartera que Dato llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta quedó atravesada por un disparo.

Pasaban unos minutos de las ocho. El chófer se dio cuenta en seguida de la gravedad de lo ocurrido, por lo que sin pérdida de tiempo, mientras los asesinos escapaban en la moto por la calle Serrano, giró el coche en dirección a la Casa de Socorro del distrito de Buenavista, situada en la calle Olózaga. Al llegar requirió los servicios de los médicos de guardia, que al examinar el cuerpo encontraron que no daba señales de vida.

ATENTADO DE JUAN PRIM.



Al llegar a la calle del Turco –que habría de convertirse en la calle de Prim por los hechos a suceder– el cochero observó que había dos carruajes de caballos atravesados en el angosto camino. Tuvo que detener la berlina en medio de la densa nevada. Un segundo después el coronel Moya se asomó a la portezuela para tratar de arreglar la situación y contempló con alarma cómo tres individuos vestidos con blusas, sin duda alertados de la llegada de Prim, se dirigían hacia el coche armados con lo que le parecieron carabinas o retacos, aunque uno de ellos llevaba con seguridad una pistola. No tuvo tiempo nada más que para decir: “Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego”.
Sus palabras quedaron interrumpidas por el ruido de las detonaciones, al menos tres por el lado izquierdo y otras dos por el derecho. Los cristales se quebraron y uno de los asesinos consiguió meter en el interior de la berlina el cañón del arma que portaba; tan cerca del general Prim que la cara de éste quedó tatuada por los granos de pólvora. Su ayudante, Nandín, en un movimiento desesperado, trató de protegerlo interponiendo su brazo. Las balas le destrozaron la mano, y quedaron esparcidos esquirlas y pedazos de carne abrasada.
La agresión duró sólo unos segundos, apenas los mismos que el cochero tardó en reaccionar, golpeando con su látigo casi por igual a los agresores y a los caballos hasta romper el cerco y huir hacia la calle Alcalá.
Se dirigieron a toda prisa hacia el Ministerio de la Guerra. Al llegar a palacio los dos heridos descendieron de la berlina, ayudados por Moya y el cochero. El general subió por su propio pie la escalerilla del ministerio, apoyándose en la barandilla con la mano afectada y dejando en el suelo un reguero de sangre. Al encontrarse con su esposa forzó un gesto tranquilizador para decirle que sus heridas no revestían gravedad.
Cuando llegaron los médicos apreciaron rápidamente los destrozos en los dedos de la mano derecha, de tal envergadura que fue preciso amputar de inmediato la primera falange del anular, quedando en peligro de amputación el índice. Aunque lo más preocupante era el “trabucazo” que el general presentaba en el hombro izquierdo. Le había sepultado al menos ocho balas en la carne. Los cuidados médicos se prolongaron hasta la madrugada. A las dos de la mañana se le habían extraído siete balas.
Nandín, el ayudante, fue trasladado a la casa de socorro más cercana, donde se le diagnosticó que perdería el movimiento de la mano, que le quedaría seca e inservible; pero quizá –le dijeron– no tendrían que amputársela. Entre tanto, las noticias difundidas mentían sobre la gravedad de las lesiones: se quería que fuesen tranquilizadoras, en un momento en que era preciso mantener la calma en el Estado. Aún cuando las heridas no eran demasiado graves, el hecho que se infectaran le provocó la muerte tres días después.